miércoles, 27 de julio de 2016

Comentario al Evangelio de hoy miércoles 27 de julio del 2016

Estimados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz y bien!
Las palabras de Jesús ponen a prueba lo que verdaderamente vale para mí, para cada uno de nosotros. ¿Por qué tesoro vendería todo lo que tengo para comprarlo? ¿A qué estoy dispuesto a renunciar para adquirir lo que, para mí, vale más que todo lo que tengo? Este “todo lo que tiene” es, tal vez, la expresión decisiva de las sencillas pero radicales parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa, símbolos del Reino de los Cielos. Carece de importancia que ese “todo” sea mucho o poco, lo que importa es que representa toda mi hacienda, el fruto de mi esfuerzo o el patrimonio recibido de la familia, es mi pasado y mi futuro, lo que me da sentido, pero también seguridad. ¿Por qué clase de bien estaría yo, realmente, a vender (y perder) “todo” con tal de ganar ese otro que, evidentemente ha de ser muy superior a lo que dejo? ¿Es, realmente, para mí es bien el Reino de Dios, el Evangelio de Cristo, su persona, el camino arriesgado e incierto de su seguimiento?
Muchas personas, incluso muchos cristianos, estarían dispuestos a venderlo todo por una Bonoloto o un Euromillones, de esos que producen vértigo cuando escuchas la cifra. Otros, tal vez, lo darían todo de buena gana por alcanzar fama, poder, éxito social… También los enamorados pasan una fase de semilocura, en la que estarían dispuestos a cualquier cosa, con tal de ganar el favor de la persona amada.
Jesús nos pone hoy ante la encrucijada, nos llama a examinar lo que de verdad nos motiva en la vida, y nos pregunta si ese objeto de supremo valor, el único por el que realmente merece venderlo, perderlo, arriesgarlo todo, es para cada uno de nosotros el Evangelio, el Reino de Dios, el seguimiento al que nos está llamando. Es bueno que nos hagamos la pregunta y que sintamos el vértigo de la duda, pues hay otros bienes que brillan más a primera vista (el tesoro está escondido, no lo olvidemos), mientras que lo que Jesús nos propone, nos alegra, pero también nos complica la vida (como a Jeremías); y es bueno que, antes de responder, volvamos la vista a ese “todo”, poco o mucho, que poseemos, que debemos estar dispuestos a vender, para adquirir el tesoro que nos propone, la perla preciosa que nos enriquece y nos salva.
Cordialmente,
José M. Vegas cmf
www.ciudadredonda.org

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